martes, 13 de julio de 2010

Número 4. EL PARTIDO DE AZNAR Y SUS LACAYOS. 12 de julio de 2010.

SUMARIO



Palabras, pensamientos, propuestas.
Discurso contra los intelectuales
(2) El partido de Aznar y sus lacayos
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Colaboraciones.
Manuel García Viñó. De la clase obrera.
Carlos Taibo. ¿Todos con la roja? Sobre un momento histérico
Francisco Vélez Nieto. Los de arriba y los de abajo.

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Jueces. Juzgan para no ser juzgados. Karl Kraus


PALABRAS, PENSAMIENTOS, PROPUESTAS.

F Ú T B O L


Un juego bonito. Un entorno siniestro. El mundo se paralizó. Las crisis, las guerras, las torturas, las corrupciones, quedaron en suspenso. Se jugaba el mundial. Recordemos Argentina. De los asesinados en los estadios a las multitudes festejando luego algo tan trascendental como un gol.
La irracionalidad rodea al deporte. Basta escuchar estos días a Carlos Martínez en Canal ­Plus retransmitiendo los partido de la selección española –retransmitir no es la palabra que defina lo que él hace, quizá fuera más exacta babear- para comprobar hasta dónde puede invadirnos la náusea. Nadie le ha dicho que a quienes disfrutamos viéndolos, que la selección aunque no siempre, a veces, lleva a cabo un fútbol tan hermoso como el que a Holanda la llevó en el pasado a ser definida como la “naranja mecánica”, sus comentarios, y no digamos los que lleva a cabo la populachera cadena SER, nos sentimos horrorizados ante sus palabras.
A mí, como a Peter Esterházy me gusta desde niño el fútbol. Pero no tengo por mi país la pasión que Eduardo Galeano, otro futbolero, manifiesta por el suyo. Eso no impide reconocer que España ganó justamente el mundial: fue el mejor equipo, el más limpio, el que apostó, fuera de otros condicionantes, por el juego, por la calidad, por la compenetración de un equipo que tuvo detrás de si a uno de los mejores entrenadores de la historia del fútbol español: tan inteligente como comprensivo, tan capacitado como poco amante del espectáculo que se da más allá del campo en que se desarrollan los partidos.
Desgraciadamente la corrupción no es ajena a este cada vez menos deporte, antes bien, hoy, sin ella, el fútbol, no sobreviviría. O sobreviviría mejor, pero esa es otra historia. En la dictadura de los medios de comunicación, en la defunción del pensamiento, el fútbol agoniza. ¡Cómo tantas otras cosas bellas! ¿El fútbol un opio? Como la mayor parte de la cultura. Lo malo no es el juego, sino la degradación de la industria futbolística, la repugnancia que envuelve su práctica en los clubes o en la selección, que nos revuelve las tripas a quienes lo amamos, disfrutamos con esos relámpagos de belleza que a veces, en un partido, puede desprender este juego cada vez menos bonito. Por eso recomiendo al que vea un partido que no lea nada sobre él ni antes ni después de su juego y que apague las voces de quienes lo emporcan al transmitirlo o comentarlo.

LOS ENEMIGOS DE LA CULTURA

Para Karl Kraus los enemigos de la cultura eran los periodistas. Para Adolf Loos eran los profesores de Arte y los arquitectos. Para mí, hoy día son los editores. Más allá de la industria, existen buenos periodistas, menos buenos arquitectos y esforzados y honrados editores que todavía creen y apuestan por la literatura
Existen esas excepciones. Pero en el poder del mercado y el imperio de la publicidad, no.
En el arte y la cultura los intelectuales son cada vez más legión. ¿Qué intelectuales? Que responda por mí Jean Baudrillard:
La cobardía intelectual se ha convertido en la auténtica disciplina olímpica de nuestro tiempo.

EL FUTURO DE LA IZQUIERDA

¿Existe la izquierda? ¿Puede volver a existir? ¿Ya sólo existe resignación ante su desintegración mundial?
Porque podríamos preguntarnos cuanto tiempo lleva en hibernación. Por eso le resulta tan fácil hoy al neoliberalismo dominar la mayor parte del mundo, imponer la falsa idea de la existencia de sociedades democráticas. Recordemos las palabras de Goethe: Nadie es más esclavo que aquel que equivocadamente se cree libre.
Sin los medios de comunicación y sin la debilidad, casi inexistencia de la izquierda, el mundo sería otro. Lleva razón el profesor de la Universidad de París X, Etienne Beliber cuando dice que “los grandes bancos y los principales fondos especulativos se han convertido en actores políticos, en el sentido de que dictan a toda una serie de estados, e incluso a los bancos centrales, las condiciones de su política económica y monetaria”.
Pero para que esto sea posible –y a ello contribuyen los grandes medios de comunicación que ellos mismos controlan- resulta imprescindible la inanidad de la izquierda, que partidos y sindicatos acepten las reglas del juego. Y lo llevan haciendo largos años, arrojando por la borda la herencia de sus antecesores que consiguieron paliar la explotación capitalista. Ahora se dedican a frenar las protestas y desmovilizar las organizaciones que podrían desencadenar una batalla frontal al terrorismo de los especuladores que se esconde en siglas como las del F.M.I. No existen democracias, solo existen Estados, ni existen organizaciones políticas y sindicales de izquierda. Es, desde abajo, desde donde debe producirse un renacimiento ideológico que en vez de pactar con el neoliberalismo lo combata a sangre y fuego. Movilizaciones populares y uniones más allá de los sectarismos nacionalistas y reaccionarios, de organizaciones intransigentes y revolucionarias. Pero sin dogmatismos, sin neo estalinismos que tanto daño han causado. Pienso en quienes por atacar justamente al mayor imperialismo de todos los tiempos, el norteamericano, no critican por ejemplo a movimientos y regímenes fundamentalistas que esclavizan al ser humano y a sus pueblos.
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Esta sección, como todo cuanto aparece en La Antorcha del Siglo XXI , se concibe desde la duda y la perplejidad, buscando el debate, la participación de ideas y contrastes que ayuden al diálogo plural y enriquecedor necesario a nuestro tiempo histórico. Escribir sin prejuicios, autocensuras, ni condicionamientos sociales, morales o políticos.
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DISCURSO CONTRA LOS INTELECTUALES.

II. El partido de Aznar y sus lacayos.

Tiende a identificarse al intelectual con la izquierda. Craso error. Las derechas siempre los han utilizado a su servicio. Desde la Antigüedad a nuestros días. Autoridades eclesiásticas, monárquicas, nobleza, grandes industriales. Todo aspirante a Caudillo, Dictador o Jefezuelo necesita tener lacayos, bufones o palafreneros a su lado. Aznar se vio pronto rodeado de ellos. Ocuparon, siguen ocupando cargos públicos, que, como buen reino de Taifas, España tiene sus satrapías. Ellos se reparten programas televisivos, escupen su idioma en los periódicos, ofician de payasos sin gracia en las tertulias radiofónicas, saben introducirse para mediatizarlas y ponerlas a su servicio en grandes editoriales donde lanzan con asiduidad sus venenosos libelos. Como buenos fascistas, aunque no siempre logran reprimirse y ocultar la auténtica piel que recubre sus cuerpos, intentan usurpar palabras que un día tuvieron significado y hoy son cadáveres en su boca para disfrazar lo que ocultan. No son sino analfabetos culturales desprovistos de pensamiento que hábilmente van minando las conciencias de los hombres y mujeres que terminan identificándose con ellos.
Aznar puede sentirse satisfecho. Es él quién mejor encarna al Hitler descrito por Karl Kraus en 1933 –piénsese en la fecha, la Historia y hasta una identificación gestual entre los personajes-. Leamos aquellas palabras:

Un nuevo bufón para nuestra desgracia. ¿Cómo vino, como entró? Mentirá mientras pueda. La ilegalidad campea legalmente por sus respetos desplegando un mundo de aberración. (Con él) se produce la parálisis de las ideas. Pone en jaque a todo el movimiento de resistencia intelectual.

El partido popular es el partido de Aznar. El partido de Aznar se ha interesado últimamente por el teatro (mejor dicho por figurantes del teatro). Leemos la historia nuevamente con Kraus y su Tercera noche de Walpurgis que nos cuenta como en 1933 Joseph Goebbels reúne a representantes del mundo del teatro y les dice:

“El arte alemán durante la próxima década será heroico y de un romanticismo de acero desprovisto de sentimentalismo. Será un arte nacional de rasgos conmovedores o no existirá. Como dicen nuestros poetas: ir hacia las estrellas por caminos escarpados”.

Nos suena el sentido de esta canción. Escritores, jueces, periodistas, catedráticos universitarios, médicos, físicos, arquitectos, no han dudado en aliarse con estos dictadores, con estos trogloditas de la cultura. (En España, hoy, si uno se dedica a leer la mayor parte de las columnas de los periódicos puede pensar que hemos regresado a la historia que precedió al desarrollo del pensamiento). Hitler, Franco, ¿qué habría sido de ellos sin éstos pilares de la “inteligencia”? ¿Puede hoy un partido que aspira a detentar el poder absoluto carecer de ellos? Naturalmente que siempre ejército y policía tienen la última palabra.
Recogemos una alocución del Rector Krieck de la Universidad Johan Wolfgang Goethe en mayo de 1933 dirigidas a la sagrada institución, tan sagrada como los Tribunales Supremos de Justicia o las Academias de la Lengua post franquistas:

“El cuerpo estudiantil de voluntarios convoca a todo el Claustro a la quema de escritos marxistas corruptores que tendrá lugar la noche del miércoles 10 de mayo en la plaza Römemberg. En vista del gran significado simbólico de esa ceremonia los estudiantes saludarán la presencia en ella de todos los profesores. Exhorto, pues, a los colegas, a que participen masivamente… Los miembros de las asociaciones estudiantiles vestirán de uniforme, como también lo harán los batallones de las S.A”

Sonad, campanas de todas las iglesias. Tocad, cornetas y tambores en honor de la España Imperial. Congregaos, Asociaciones crecidas al amparo de estos próceres, faes de todos los lugares, alcaldes, parlamentarios, hijos de las nuevas generaciones y viejos conservadores de las esencias patrias, y recordad como no otra cosa realizó Franco con la cultura y por eso vivimos en paz tantos años, esa es la auténtica memoria que ha de mantenerse viva y no la de los resentidos y derrotados, que no os engañen los fósiles de los nunca exterminados del todo comunistas, libertarios, maricas, lesbianas, abortistas, los desharrapados y muertos de hambre que vienen a ensuciar nuestras urbanizaciones y lugares de recreo, todos delincuentes que no aceptan las condiciones del trabajo que generosa y misericordiosamente, gracias a la bondad infinita de Dios y las mil vírgenes, les ofrecemos. Que vuelvan los tiempos del Imperio, del magisterio de la santa madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, de la leal obediencia a nuestro renacido Caudillo. Ha de salvarse España para salvar a Europa y gracias a la civilización cristiana al mundo. En los periódicos, en las librerías podréis encontrar las palabras de los auténticos intelectuales que se han conjurado para salvar a España de los rojos –no confundir con la roja- y los sin Dios.
No nos queda sino exclamar con Goethe:

Cuán hastiado estoy de mi patria.

¿De mi patria? No solamente. De Europa. Del mundo cobijado bajo el gran cuervo devorador de palomas que se proclama como civilización occidental. Al igual que Hölderlin lo expresó refiriéndose a Alemania, yo traslado sus palabras al mundo situado bajo el Fondo Monetario Internacional, los Estados Unidos de América y la Europa que ya carece de otras fronteras que no sean las de la sumisión al neocapitalismo liberal:

Bárbaros desde tiempos inmemoriales que se tornaron más bárbaros a fuerza de aplicación, ciencia, e, incluso religión

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COLABORACIONES

MANUEL GARCÍA VIÑÓ

Meditaciones trascendentales.
De la clase obrera.




- Pensad en cómo era la situación de la clase obrera en el siglo XIX.
- Del mencionado siglo, elegid, por ejemplo, el año 1895. O sea, hace solo 115 años.
- No os costará advertir las diferencias que se han producido en poco más de un siglo, si tenéis en cuenta lo que han reflejado algunas obras pictóricas, varias magnífica películas inglesas y las novelas de Dickens y algunos de sus contemporáneos.
- Aquéllos obreros, entre los que había niños de diez y doce años, vestían harapos, vivían en el fango, cobraban sueldos miserables, pasaban hambre, sufrían jornadas interminables, no disfrutaban de un descanso semanal ni, mucho menos, anual, morían jóvenes de toda clase de enfermedades relacionadas con las infecciones y la malnutrición, etc.
- A partir del siglo XX, esa situación empezó a cambiar…
- Empezó a cambiar hasta el punto de que…
- en nuestros días la clase obrera tiene derechos, garantías, asistencia médica, sueldos cuyo mínimo marca la ley, mecanismos de defensa como las manifestaciones de protesta o la huelga contra los patrones que les pretenden explotar…
- ¿A quién, a qué le deben los trabajadores esas extraordinarias mejoras?
- ¿A la Iglesia?
- No.
¿A la derecha?
- No.
- No, no… Se las deben a la izquierda. A esa izquierda a la que vosotros tanto denigráis.
- Porque el camino hacia el bien y la justicia no está en los rezos.
- Ni tampoco en los cantos patrióticos ni las banderas.
. El camino hacia el bien de los desasistidos, hacia el bien común, está en el altruismo, en la solidaridad, en la búsqueda de la justicia y en la lucha permanente por la libertad, la igualdad y la fraternidad, como dice el lema de la Revolución Francesa, madre de la forma de Estado llamada República.

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CARLOS TAIBO.

¿Todos con la roja? Sobre un momento histérico.


En las líneas que siguen no hay ningún deseo de contestar el derecho que, hechas las salvedades que procedan, cada cual tiene a disfrutar de la manera que estime conveniente. Si a alguien le atrae la selección española y considera que pasar la tarde viendo uno de sus partidos es una tarea placentera, pues bien está. Se impone, sin embargo, sopesar hipercríticamente la trama general –los intereses, los engaños, las manipulaciones- que ha rodeado este gigantesco y ambiciosísimo montaje de ‘la roja’.
Para asumir esa tarea, y aun a costa de empezar con argumentos muy manidos, lo primero que hay que rescatar es el significado del panem et circenses, y en particular, en los tiempos que corren, lo que implica lo del circo. Nada mejor para avasallar a la ciudadanía que atontarla con unas u otras atracciones. En estos días no hay que ir muy lejos para apuntalar el argumento: ahí están esos millares -¿millones?- de jóvenes que han llenado las calles en sus celebraciones por los éxitos de ‘la roja’ mientras prefieren ignorar el escenario laboral en que se mueven –los que son miserablemente explotados- o en el que no se mueven –los que arrastran un paro de siempre. En las celebraciones no ha faltado, además, cierto tufillo fascistoide y autoritario, y ello aunque las gentes de mi generación estemos obligadas a reconocer que vemos demasiado rápido, detrás de la bandera rojigualda, adhesiones que no están, sin duda, en la cabeza de muchos jóvenes. Lo de ‘la roja’ –hablo ahora de la ingeniosa terminología trenzada, de la que forma parte el empleo de la primera persona del plural a la hora de dar cuenta de las hazañas futbolísticas- hiede, en cualquier caso, como mensaje icónico: como quiera que no somos nada rojos, al menos lo compensaremos con el terreno de los símbolos.
Las cosas, sin embargo, no quedan ahí: hay que prestar puntillosa atención a la manipulación mediática que se ha registrado en los últimos días. Tiene, si así se quiere, dos manifestaciones. La primera no es otra que una fraudulenta reivindicación de lo colectivo frente a lo individual. De nuevo nos topamos con lo mismo: en una sociedad en la que lo colectivo ha sido manifiestamente estigmatizado y arrasado nos podemos permitir la reivindicación de los valores correspondientes, bien que en un terreno acotado y con protagonistas principales en una veintena de ciudadanos que peleaban por ganar nada menos que 600.000 euros –por cabeza- si ganaban el mundial. Qué curioso es, por otra parte, que los mismos medios de comunicación que han ensalzado la presunta condición colectiva de ‘la roja’ prosigan en su tarea de canonizar a héroes deportivos tan equívocos e individualistas, y tan vinculados con el negocio y la publicidad más abyecta – por qué no prohibir, por cierto, la publicidad realizada por famosos. Como Fernando Alonso o Rafael Nadal. Recuérdese que el modelo que se propone no es otro que el del triunfador adobado de dinero en un escenario en el que este último, y el negocio, aniquilan todo lo que de saludable puede haber en el deporte.
La otra manifestación que anunciábamos remite a un empleo distinto del mito de lo colectivo: el que cobra cuerpo, dentro de una compleja y conflictiva trama nacional, de la mano de la postulación de la existencia de una identidad española común que, cabal, se levantaría llana, orgullosa y convincentemente frente a los particularismos locales (y también, en una dimensión más sibilina, frente a las identidades de millones de inmigrantes) Cuando antes hablaba del tufillo fascista y autoritario de alguna de las algaradas callejeras de los últimos días estaba pensando en buena medida en las secuelas de esto que acabo de señalar. Llamativo resulta, en cualquier caso, que mientras durante años, y desde el nacionalismo español, se ha reprochado a los demás que emplearan el deporte –el fútbol en singular- como escudo identitario, ahora los que entonces se sentían agraviados echen mano, sin rebozo, del mismo procedimiento.
Que lo que rodea a tanta miseria es más importante, en sus consecuencias, de lo que pueda parecer bien ilustrarlo el hecho de que el virus ha alcanzado a quienes –cabía suponer- se hallaban mejor protegidos. Baste un botón de muestra: el de una convocatoria realizada en Madrid para la noche del final del Mundial. En su versión de sms rezaba así: “La roja es mi selección, pero la rojigualda no es mi bandera. Celebra el mundial con la tricolor. Tráela a la plaza de Lavapiés el domingo tras el partido. Pásalo”. Creo que no se puede ser sino duro: lejos de contestar toda esta mierda, hay quién piensa que debemos sumarnos sin cautela a ella en la certeza de que la bandera tricolor resolverá mágicamente nuestros problemas. Líbrenos la providencia de estos republicanos.
Dejo para el final el recordatorio de una última discusión interesante: la que nace de las reiteradas declaraciones de dirigentes políticos y empresarios que han llamado la atención sobre las presuntas consecuencias benefactoras que, en términos de crecimiento del consumo y de alegría productiva, está llamado a tener el Mundial de fútbol. Supongo que lo que los hechos nos dicen es que seremos más felices gastándonos –colectivamente, eso sí- unos euros más en cervezas y en banderitas, y trabajando con singular encono en provecho de los resultados empresariales, que atendiendo a la resolución de esos pequeños problemas que tiene, al parecer, una minoría de nuestros conciudadanos… “Canta y sé feliz”, como rezaba una vieja y profunda canción de Peret. Dejo para otro día –no toca hoy- la consideración de qué poco tiene que ver con nuestro bienestar el consumo, hilarante e insostenible, al que a menudo nos entregamos y que tanto celebran nuestros gobernantes.


FRANCISCO VÉLEZ NIETO

Los de arriba y los de abajo.

Dudo si el título de este artículo es correcto o tal vez debiera ser más afilado, en consonancia con el asunto de tanta actualidad como resultan los “eufemismos de clase”. Pero de lo que si estoy convencido es de que existe un estudiado y cínico lenguaje oficial, por parte de quienes gobiernan, sean del palo que sean, que golpea con el mismo garrote de siempre y a los de siempre. Insana intención de lucro para deformar la realidad de la vida cotidiana y así sacarle el máximo jugo a los modestos.
Me refiero a esas etiquetas eufemísticas y aparentemente caritativas, elaboradas en misteriosos laboratorios: realidad esperpéntica de los organismos oficiales. Por ejemplo: “la clase menos protegida” que me suena igual que aquellas espirituales campañas del Domund pidiendo la pesetita para ayudar a los negritos de África deslomados y esclavizados. También esta otra de “Los menos favorecidos”.
Sin ánimo de ofender, me preocupa que los que mandan nos tomen por tontos, pues según el decorado, a unos se les mide con una vara óptica respetable y cuidadosa, y a otros lo contrario. Conclusión que nos puede llevar a lo que los abuelos denominaban “los de Arriba y los de Abajo”. Los de Arriba pueden bailar el bolero que más satisfacciones y beneficios les puede producir. Mientras que a los de Abajo se les da insistentemente duro y con un palo. Por lo que “pienso luego existo” –con perdón de la Tele- que estamos entre dos clases cada día más diferenciadas: la que manda y la que soporta.
Una, la de Arriba, especialmente mimada y protegida tiene derecho a pensar y dictar (sartén por el mango). La otra, la de Abajo, huele a sudor y salario mínimo, paro y temblores de hipoteca, sometida a quienes dictan y ordenan de verdad, independiente de que la mona la vistan de seda para dar el pego.
Me recuerda toda esta farándula de etiquetas de laboratorio, a aquellos izquierdistas revolucionarios de fin de semana y festivos, que condenaban “el opio de los pueblos” más “pan y circo” y que ahora han cambiado de prado y de mieses. Una sonata suave que me estás matando con mucho de Pan y circo. Es la que dirigen los de Arriba. A los de Abajo, cuando más, se les prestan los platillos y el bombo, migajas cuando sobran y nada de desafinar mucho.
Con lo que sin tener que leer a Max Weber, que tampoco estaría mal, se puede entender que el grave problema actual no es otro que la pérdida de credibilidad en los representantes políticos dado “el progresivo debilitamiento de las instituciones representativas, que se ven socavadas por la proliferación de agencias reguladoras, tribunales activistas que invaden competencias políticas, bancos centrales independientes e instituciones supranacionales”.
Entonces quedémonos con los versos del poeta:

Por eso siempre habrá ricos y pobres
bancos de piedra y bancos de mármol.
Un pobre a todas horas en cada esquina
y un rico que vigila las monedas que recauda.

La Linterna del S. XXI