lunes, 9 de mayo de 2011

Número 18

Sumario

Gerónimo.

Del paro, de las reinas y del nunca extinguido monstruo: la Iglesia.


Colaboración


Armando Fernández Steinko:


Actuar unidos: mesas de convergencia para luchar contra la crisis.


GERÓNIMO


Todo está claro gracias a este simple nombre. Significa más que cien imágenes. Los motivos de un imperio genocida. El odio al "otro", el diferente. Al que no se resigna a ser esclavo del conquistador. Ayer fueron los indios. Pueblos que habitaban territorios de los que debían ser desalojados a sangre y fuego por los conquistadores. Ellos, pueblos que habitaban con sus leyes y costumbres en extensas praderas, que intentaban defenderse cuando les atacaron gentes blancas herederas de viejos Imperios europeos que se habían apoderado del nuevo Continente -para ellos, no para sus pobladores- y que tras cruentas guerras y salvajes genocidios al fin serían exterminados.


Y Estados Unidos se convenció de que el mundo entero podía ser territorio de conquista y el expolio de sus riquezas y la esclavitud de sus habitantes les convertirían en la mayor potencia del Universo. La ley del más fuerte.


Y tras el dominio sobre la "otra América", que no deja de buscar su segunda independencia, llega la hora de los otros "los musulmanes", el mundo Islámico. Primero el jeque Osama Bin Laden fue utilizado por Estados Unidos, contra otro Imperio que ya se encontraba en agonía, la URSS. Un eslabón más en la cadena de tierras que situaba en sus planes expansivos. Vietnam, Afganistán, Irak, Libia, pasando por otras situadas en el Continente africano. Petróleo, gas, minerales, puntos estratégicos para establecer sus bases militares, para utilizarlos en sus ininterrumpidas agresiones militares a otros pueblos.

Gerónimo, el indio rebelde. Bin Laden el que tras ser utilizado a su servicio, se volvió contra ellos.
Sus fines, sus procedimientos de lucha, pueden ser distintos. Los estrategas norteamericanos que bautizaron con este nombre la destrucción de su nuevo enemigo, responden a un mismo plan: el terror y la conquista se encuentra detrás. Lo demás no dejan de ser justificaciones que nada pueden justificar para su política terrorista.

No, no ha sido la guerra quién ha terminado con Bin Laden. Cruzada policiaco- a la que tan acostumbrados nos tienen en los dos últimos siglos. Guatemala, Puerto Rico, Chile, Argentina... en Cuba no han podido hasta el momento imponerse.


Con la connivencia de Pakistán y el aplauso de los súbditos de otros Gobiernos, como el nuestro. Utlizando las más salvajes torturas, los medios más poderosos de que dispone. No dudando en asesinar a cuantas personas, mujeres y niños incluidos, se encontraran en la casa del patético hombre más buscado del Planeta, coartada con la que han desencadenado asesinatos de toda índole contra pueblos enteros.


Han aparecido unas cuantas fotografías. Los amos deciden que no se den las del propio asesinado, Bin Laden. Le sorprendieron indefenso, un fanático que lleva años escondido, desgraciado e inerme, volaron su cabeza, le dejaron los "rambos" tal vez irreconocible y arrojaron sus restos al mar. Es su ley. La que impera en Guantánamo. Y en los patios traseros del país que bendice las torturas, los asesinatos y las religiones y sectas más retrógradas que se dan en el mundo, junto a las que intentan imponer los propios Bin Laden.


Y da tristeza escuchar a gentes como Vargas Llosa -cuando habla no le considero escritor- y otros que se dicen intelectuales, bendiciendo esta manera de entender el humanismo, la libertad y la civilización.




Todo lector debiera pronunciarse ante hechos como el aquí tratado. Y pensar que un día, no importa cuando, también irán a por él


Del paro, de las reinas y del nunca extinguido monstruo: la Iglesia.


Aumenta el paro. Y los siniestros comentaristas de la ultraderecha que ofician en los medios de comunicación, y que como los demonios son legión, y los políticos de la llamada oposición culpan a Zapatero y a su gobierno de esta anomalía, que no es sino normalidad gracias, entre otros, a ellos, a sus empresarios, a sus bancos, a la organización corrupta y siniestra de eso que llaman Europa. Porque el paro, como el problema de los inmigrantes y la cada vez más extendida xenofobia, y la abismal desigualdad que rige la vida de los ciudadanos, no es sino una consecuencia del sistema económico, político y social del neocapitalismo, del que ayer y hoy forma parte el Gobierno de España. Una organización explotadora y criminal, última fase del capitalismo, que rige el mundo.


Y del paro son igualmente responsables quienes miserablemente hablan y utilizan sus cifras (se regocijan con los datos ellos y sus aliados, cada vez más millonarios, que no dejan de aumentar sus beneficios mientras bendicen las medidas de crisis) y con sus repulsivas palabras engañan a la masa alienada e incapaz de pensamiento o análisis alguno. Lo hacen, estas gentes del nuevo fascismo -como hicieron los antiguos nazis- para obtener sus votos al tiempo que aumentar el estruendo alarmista que con sus necias pero elegidas palabras buscan.


El poder. ¿Quién conforma el poder? Ven su rostro en las televisiones, en los medios informativos. Hablan del paro, y mujeres que escaparon a su puesto en una honrada expendeduría de hortalizas o en reuniones de aburrida sociedad en la que se habla de ropas y labores domésticas, como Barberá o Cospedal, dicen hablar en nombre de los españoles, de todos los ciudadanos. Con ellas las diferencias entre los géneros ciertamente se extinguen: Cospedal o Arenas, Barberá o González Pons. Extraordinaria simbiosis. Y naturalmente, gran parte de los españoles, esos en cuyo nombre se expresan, han sido previamente cegados, no escuchan, no hablan, no entienden. Les dan un nombre como responsable del paro -nombre por cierto de oficio pobre, vilipendiado y ridiculizado por los burgueses y aristócratas -Arenas sabe mucho por su uso por los señoritos como él- , y ellos, los españoles que les votan, fieles a la estampida de la manada, corren la consigna. Estúpidos. Anonadados. Embrutecidos.


Y quedan los llamados líderes sindicales. Correas de transmisión. A veces parecen inicuos, otras dan lástima. Tienen que vivir. Asegurarse el pan de hoy y de mañana Poder. Oposición. Farsa.


Al tiempo, en el Gran Reino Unido, en la Inglaterra que vive de crueles gestas imperiales de memoria por desgracia no fenecida. se casa alguien que tiene que ver con la institución monárquica. Horas, días, para que los servicios informativos babeen en torno a tan gran acontecimiento. Parásitos de todo el mundo confluyen en Londres. ¿Cómo va vestida esa princesa, y la duquesa, y el Obispo, y el banquero, y el genocida de turno y la esclava que le acompaña? Multitudes se aprestan a hincarse de rodillas y aplaudir como monos ante tanta realeza junta, gente noble, poderosos explotadores de la Tierra.


Aumenta el paro. Se apalean emigrantes. Se vende a niños y niñas en las democracias de casi toda Europa- que en otros paises de otros mundos ofician casi desde el nacer para ganarse el sustento suyo y de sus familias- a fin de ejercer la prostitución y engordar a los corruptos que las explotan.. Pero el mundo entero contiene la respiración. Se casa alguien de la Casa Real Inglesa. Ceremonias religiosas. Banquetes. Bailes. Alfombras rojas. Voltean campanas en catedrales e iglesias. Siglo XXI. Se corren de gusto locutores, locutoras, comentaristas, periodistas. Y alumbran conversaciones para las masas, pobres y miserables masas.


Aumenta el paro. Crece el hambre, las epidemias, la desatención médica, los problemas de vivienda. Torturas continuadas. Páginas en revistas, periódicos, imágenes en televisiones, tertulias en las radios. Y el nuevo Papa beatifica al antiguo Papa. Más mentiras. Más ceremonias, alienaciones. Más dinero. Más hipocresía. La Iglesia siempre en el medio de la infamia del mundo. Los escritores firman libros que hablan de otras historias. No molestan. Que quién paga tiene alargado el brazo de la censura. Cultura farsa, cultura espectáculo. Siglo XXI.


Colaboración


Armando Fernández Steinko.






Ha llegado la hora de actuar unidos: las mesas de convergencia para luchar contra la crisis.




Hay consenso sobre una cuestión: el año de la crisis financiera de 2007 marca el final de un ciclo económico, social y probablemente también político. Treinta años de neoliberalismo han conseguido sustituir los ingresos salariales por los ingresos de la renta financiera e inmobiliaria, el sueldo por el endeudamiento y la especulación bursátil. El resultado ha sido una monumenal redistribución de la riqueza de abajo a arriba a nivel mundial. Los grandes beneficiarios han sido las rentas más altas del planeta: unos cuatro millones de personas con un patrimonio superior a un millón de dólares, casi tres millones residentes en los Estados Unidos, 140.000 residentes en España. Esta casta dispone de mucho dinero, mucha liquidez para gastar en productos financieros especulativos que pueden generar grandes pérdidas pero también enormes ganancias. Es un dinero que no necesitan porque ya lo tienen todo y que pueden jugarse a la ruleta de la bolsa. La constante reducción de la presión fiscal desde principios de los 1980 ha hecho imposible que cantidades cada vez más grandes de riqueza reviertan sobre el interés general, sobre los trabajadores y los territorios que han generado toda esa riqueza. Esto, y la larga precariedad laboral, ha provocado un colapso latente de las arcas públicas con lo cual los gobiernos –tanto de centro-derecha como de centro-izquierda- tienen cada vez más dificultades para financiar el cumplimiento de las leyes constitucionales: el derecho a la vivienda, a la sanidad, a una educación de calidad, a un medioambiente saludable, al trabajo etc. Esta situación se ha agudizado dramáticamente con el crack financiero del 2007. Los gobiernos han empleado cantidades exorbitantes de dinero público para rescatar a los mismos bancos que han provocado la crisis y ahora es toda la sociedad la que tiene que pagar ese rescate. ¿Qué hacer?





Los gobiernos occidentales están desde hace años en manos de las oligarquías financieras y empresariales. A pesar de que representan intereses minoritarios, a pesar de que no han sido elegidos por nadie son los que les dicen a los gobiernos lo que tienen que hacer, los que compran la deuda pública, los que la venden de forma especulativa provocando una crisis tras otra. Pagan los medios de comunicación, se apropian de las universidades y los hospitales públicos erosionando los derechos constitucionales. Pero el resto de la sociedad es mayoritario y tiene un poder potencial inmenso como se ha vuelto a comprobar en los países árabes. Este es el poder que hay que articular para conseguir que los que paguen los costes de la crisis sean los que la han provocado. ¿Cómo hacerlo?



Impulsando un proceso de convergencia se sectores amplios de la ciudadanía en torno a un programa mínimo antineoliberal, creando espacios abiertos y flexibles en los que se agrupe, se informe, discuta y luche pacíficamente por una salida justa a la crisis. En cada pueblo, en cada barrio tiene que haber al menos un núcleo de ciudadanos activos que han decidido remangarse: informarse sobre las verdaderas causas de la crisis y sus responsables, reunir a los grupos activos que ya existen en el barrio para que sumen fuerzas, lanzar iniciativas locales para combatir el neoliberalismo, ayudar a sus víctimas –deshauciados, desempleados, autónomos arruinados- para que no se vean solos, para que su desesperación no les lleve a culpar a los que no tienen la culpa de esta situación (otros desesperados, emigrantes) sino que arremetan contra los que sí la tienen (banca privada, políticos neoliberales). Un grupo de ciudadanos ha hecho un llamamiento a toda la sociedad para que diga „basta ya“, para que suscriba un programa mínimo común y para que pase a la acción. La idea es crear „mesas de convergencia ciudadana“ en todo el Estado, que todos los pueblos y todos los barrios tengan un núcleo de ciudadanos organizados dispuestos a dar la cara. A dar la cara para defender su dignidad como personas y como trabajadores. A dar la cara para denunciar públicamente a los causantes de la situación. A dar la cara para proteger a las víctimas creando una cultura de la solidaridad antes que de la competencia de todos contra todos. No interesa la adscripción partidaria, nadie tiene que dejar de pensar lo que ya piensa, nadie tiene que dejar de militar en su organización, su ONG, su asociación cultural. Simplemente se trata de ponerse de acuerdo en una serie de puntos básicos que cualquier persona mínimamente informada y de buena voluntad puede suscribir, se trata de luchar todos juntos contra la situación creada, de unir esfuerzos. Sobre todo se trata de incorporar al proceso a mucha gente que nunca ha participado en la política por las razones que sean. Lo importante es hacer cosas, hacer visible la resistencia, la oposición democrática a ese golpe de Estado financiero que amenaza con convertir la Constitución de 1978 en papel mojado, que amenaza con provocar una salida antidemocrática aprovechándose de la desesperación de la gente. Nadie tiene que cambiar su forma de pensar y tampoco se trata de utilizar las mesas para iniciar grandes discusiones políticas y programáticas. Los acuerdos se irán dando de forma natural, la cultura política de la ciudadanía irá aumentando pero si es la acción, la resistencia, la organización y la comunicación la que tira del carro, la que logra mover a muchos y diferentes. Esa es la tarea del momento: crear mesas, participar, coordinarse a nivel provincial, territorial y estatal. Todos somos imprescindibles. En http://www.redconvergenciasocial.org/ se puede encontrar toda la información sobre este proyecto que se está extendiendo por todo el Estado, sobre todo entre gente que no era muy activa políticamente o que no sabía en qué espacios participar. Te esperamos



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